jueves, 30 de julio de 2015

Duelo, luto y algunas curiosidades



Cuando la vida parece de retirada, todas las personas conservamos un tesoro. Está siempre a mano y contiene historias de tiempos pasados. Son hechos, costumbres y modas vinculadas con la vida cotidiana. Los más jóvenes las considerarán cosas nimias, sin sentido, pero se equivocarán. En cambio, para otros no lo son.

Hablar hoy de la etiqueta en el duelo parecería desacertado. Se han perdido tradiciones cargadas de años y de afecto. La muerte, esa desdicha fuerte, estará siempre presente en nuestras vidas junto a las manifestaciones externas que simbolizan el dolor que ante ella sentimos. En nuestras tierras el color negro las ha acompañado siempre junto al silencio y al llanto.

Nuestras bisabuelas fueron las más grandes expertas de todo y sabían bien a qué atenerse. Manejaban al dedillo el luto riguroso, el aliviado y el medio luto. El primero se llevaba durante dos años. Después seguían algunos meses con el aliviado y otros más con el último.
En tiempos pasados las señoras salteñas usaban vestidos y abrigos negros, sombreros con cola de crespón y prescindían de las alhajas.

Los hombres exteriorizaban su duelo con el empleo de corbatas negras y brazaletes del mismo color. Cónyuges, padres, hijos, hermanos, suegros, abuelos, nietos, cuñados, tíos y primos, tenían sus lutos que iban desde unos años hasta los veinte días. El fallecimiento de un novio comprometido oficialmente, llevaba a la novia a imponerse un luto largo. También era visto con buenos ojos que ante la muerte de los padres del novio, la futura esposa vistiera el luto de nuera.

Las visitas de pésame tenían sus reglas. La familia de una persona fallecida recibía en ellas el afecto de parientes y amigos. Comenzaban el mismo día del entierro y se hacían por lo general al atardecer. Las tarjetas y las cartas cumplían la misión de trasmitir el pésame por escrito. En las llamadas tarjetas de visita, debajo de los nombres y apellidos se usaba colocar la abreviatura S.P. o también las palabras completas, es decir  Sentido pésame. Días después, unas tarjetas con reborde de color negro, llevaban el agradecimiento en mano o por correo.

Era costumbre y sigue siéndolo, la celebración de una misa. No es algo de tiempos idos porque la muerte deja entre los que sobrevivimos un deseo de rezar por los fallecidos. Quizás bueno es recordar que las señoras no iban a los entierros. La participación de ellas comenzó bien avanzado el siglo pasado. En cambio, hombres y mujeres eran invitados a la iglesia,  por lo general al mes de la muerte de los difuntos.

Han cambiado algunos usos y costumbres relacionados con la muerte. Los coches fúnebres de antaño fueron reemplazados lentamente por vehículos. Los hogares no son minados con antiguas enfermedades y los coches blancos con tules, han dejado de utilizarse.

Con sorpresa he visto en una florería capitalina un aviso comercial. Se ofrecen flores para bodas, compromisos, condolencias y quince años. Parece que la palabra muerte o fallecimiento estaría fuera de lugar. Hay diferencia entre dolor y tristeza. Podemos sentir mucho dolor pero nunca tristeza porque los muertos cambian simplemente de casa. Esta idea puede dar paso a un duelo sereno, menos ostentoso.

Los abogados conocen los llamados días de llanto y luto. En ellos se respeta a los familiares de una persona fallecida. Si bien es cierto existe la necesidad de efectuar determinados trámites, aquellos días respetan el dolor. Son normas antiguas que no han perdido vigencia.

Roberto Cava

martes, 21 de julio de 2015

No son temas de Protocolo ni de Ceremonial pero…



En algún país de habla inglesa se acuñó la frase de “good manners” (buenas maneras). Son las formas de comportamiento humano y llama la atención su adjetivación. Cuando una niña aprende a comer una fruta se trata de algo bueno. En cambio los hábitos malos, por desgracia, se incorporan de manera natural.

Siempre he considerado que las mujeres y los hombres al alimentarnos, lo humano que aportamos es la dignificación de una tarea propia de animales. Ellos se alimentan y nosotros, en cambio, comemos. Comer educadamente no exige esfuerzo. Todo aquello que se ha adquirido es un hábito bueno, viene  de gente en gente y de buena mano. Con su ayuda podemos comer en casa y nos sentaremos también a la mesa tanto en las grandes ocasiones como en las cotidianas.

Cuando una madre enseña a sus hijos a utilizar los cubiertos, lo hará con prudencia e insistirá, una y otra vez, hasta comprobar que no trabajó en vano. Por eso tendrá en cuenta lo que ella aprendió de niña. Les dirá que con los cubiertos, no entrarán en una batalla y podrán comer con facilidad, y todo su empeño se transformará en delicadeza, en un comportamiento propio.

Cuando paso por sitios para comer, hago esfuerzos para poner límites a mi espíritu crítico. No comprendo porqué el “ir a la moda” deba hacer que personas adultas se comporten de manera inapropiada.  Está a la orden del día el llevar la boca al cubierto, y no los cubiertos a la boca.  Comer con elegancia es fácil y no es patrimonio de unos pocos.

Un boxeador famoso dijo con mucha gracia, que en el boxeo se es chato de nacimiento o lo hacen con el tiempo. Un antiguo refrán nos advierte: “en la mesa y en el juego se conoce al caballero”. Me permito añadir “al hombre y a la mujer también”.

Cuando elegimos un menú para unos invitados, no debemos ponerlos en ridículo con comidas raras y cubiertos de uso poco frecuente. Desciendo vertiginosamente al ejemplo de los espárragos y a sus famosas pinzas. Lucirán lindas en la mesa pero es más prudente presentar esos humildes vegetales de una forma práctica para todos.

El saludo es quizá otro de los grandes temas del “saber estar”. El saludo denota cortesía bien arraigada en las personas. Los especialistas en psicología buscarán explicaciones y nos las darán. Nosotros las dejaremos a un lado porque nos interesa que las personas se saluden con la corrección debida y no nos corresponde discernir si han sido afables, afectuosos, complacientes, distantes o fríos.

“Con buenas palabras y buenos modales se abren muchas puertas”, es el dicho de la   sabiduría sencilla, y encierra verdad. La prudencia en el momento de conversar es una regla de oro como también lo es el no tomar la palabra, es decir no interrumpir al que habla.

Roberto Cava

sábado, 11 de julio de 2015

Ceremonial, Protocolo y Normas del saber estar



En el post anterior, hemos visto que una ceremonia es un acto humano rodeado de determinadas formalidades. Hoy es preciso recurrir al tronco, es decir al Ceremonial. ¿Qué es el Ceremonial? Es una disciplina rodeada de sentido estético, buen gusto y tacto social, que tiene como finalidad facilitar la comunicación entre las personas, reconociendo a éstas el lugar que ocupan en la sociedad.

Apreciamos enseguida que nos encontramos ante algo sencillo y muy lejos de las acepciones que con mucha frecuencia se difunden y logran confundirnos.

¿Qué es el Protocolo y qué papel juega junto a una ceremonia? Los ejemplos son buenos recursos didácticos. Tomemos una fecha patria.  Existe una norma nacional y  ella establece la celebración de ese día. Eso es Protocolo.

Por otra parte, como es preciso concretar esa celebración, en las escuelas los niños recordarán el día o quizás se realice un desfile militar o se coloque una ofrenda floral. Eso es una ceremonia.

En términos más precisos hay que decir que Protocolo es la norma escrita o consuetudinaria implantada por ley o por costumbre. Ceremonia es la forma por medio de la cual se expresa la norma. El Protocolo no se rompe jamás. En todo caso se lo deja a un lado.

Me parece que muchas personas recordamos algunos términos. Ellos son: “buenas maneras”, “comportamiento social”, “urbanidad”. “etiqueta”. Esas palabras han sido reemplazadas en nuestra lengua castellana por “normas del saber estar”.

Así, es posible decir “saber estar en casa”, “saber estar en el trabajo”, “saber estar entre amigos”, “saber estar en la diversión”, “saber estar en el deporte” y un largo etcétera. La razón es sencilla puesto que es difícil aceptar normas objetivas, es decir las que nos son “dadas”. En cambio, lo subjetivo está más cercano.

¿Está vigente la cortesía? Sí.  Pero  bueno es recordar que cuando la cortesía se encuentra de por medio  la obligación no existe. Así, cedo el paso a una persona mayor o me pongo de pie para saludar a una dama o detengo el auto cuando pasa un cortejo fúnebre. No se da la antigua forma de un sencillo contrato de compraventa. Allí pago un precio  y, por lo tanto, tengo derecho a recibir lo que he abonado. En la cortesía lo hago por educación, por respeto.

He intentado desmitificar hasta aquí varios términos. Por eso, estaremos en condiciones de conocer las llamadas precedencias. Viene a mi memoria una ceremonia importante y también la llegada de un invitado.  Escuché su sinceridad en un diálogo con la recepcionista: “No sé nada de Protocolo, pero ¿cuál es mi sitio por favor? Comprobaremos que aunque todos somos iguales debemos aplicar una sabia norma. Nos dice que la justicia es la permanente voluntad de dar a cada uno lo suyo, que no es lo mismo a dar a todos lo mismo. ¿Por qué? Lo consideraremos con la  aplicación de los números ordinales: lo primero, lo cuarto, lo quinto. Es decir la anterioridad en el orden.
Continuaremos con estas ideas en un próximo post.

Roberto Cava